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marzo 29, 2005

 

James Brown en Chile: Pasándose de listo.

Hasta marzo de 1988, cuando el escocés Rod Stewart inauguró los megaeventos musicales en Chile, la vara estaba baja. Cualquier número, por discreto que fuera, aportaba algo al background cultural del espectador incauto y al know how de la naciente industria de producción de conciertos.


Por ello, una raya para la suma es el hecho que el show que James Brown ofreció el sábado pasado en la Quinta Vergara haya sido mediocre y truculento. Ver en vivo a una superbanda de la calidad de la que acompañaba al abuelo del rap y padre del pulso funk, no es asunto de todos los días, está claro. Tampoco presenciar in situ algunos de los movimientos e inflexiones vocales copiados con precisión por Michael Jackson y Prince, entre otros. Pero está claro que Brown pasó gato por liebre con un show de varieté, que ya no hace transpirar, y en el que prácticamente no canta, al punto que su registro ya no da para despachar el clásico “I feel good”.


Pero otro asunto mucho más discutible es el amateurismo del productor local, que en un acto de patudez suprema vendió al público un show que no era para la Quinta Vergara, sino para un teatro, en un escenario sin pantallas gigantes, y un sonido con definición y potencia suficiente sólo para una kermesse escolar.


Diecisiete años atrás, el brillo del traje rojo furioso de Brown hubiera bastado para mandarnos contentos a la casa. Hoy, una Quinta Vergara repleta es razón suficiente para censurar a un productor que, definitivamente, se pasó de listo. Igual que el viejo James.

Pero a él, todavía se lo podemos perdonar, por el puro lujo de escuchar a su super grupo homenajear a Aretha Franklin con “Respect”. Curiosamente, lo mismo que faltó la noche del sábado.


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