abril 15, 2005
Ese instinto taurino: La verdad del Red Bull.
Dietrich Mateshitz. Aunque la leyenda fuera sólo un buen cuento, alguien con ese nombre sólo podría haber sido puesto en la tierra para cosas tan importantes como inventar el Red Bull, paradigma de las bebidas energizantes.
Da para telenovela una hipotésis de qué hace distinto al Red Bull de otros similares, pero los fanáticos blanden argumentos que van desde comparar la imagen gráfica de su lata con la de la botella de Coca Cola, por su arraigo en la cultura pop occidental, hasta decir que su gusto a guaraná la hace la más rica.
El hecho, es que una lata de Red Bull debería provocarte un golpe de energía suficiente para reponer fuerzas, mejorar tu concentración y mantener el estado de alerta por un buen rato. Según la publicidad, los culpables de este efecto son los dos ingredientes estrella de la bebida: taurina y cafeína.
La taurina es un aminoácido sintetizado que, efectivamente, se extrae del toro, pero no de sus testículos como dicen los rumores, sino del hígado del animal. Sin embargo, la realidad indica que taurina hay en el cuerpo de todo ser humano, en niveles que son susceptibles a perder compensación al ser expuestos a altos niveles de stress o a tareas físicas extenuantes. Además, existe un estudio que postula lo inofensivo de la supuesta fórmula mágica, y relaciona el mentado efecto a la cafeína "sin tostar" de la fórmula, más que a la mágica taurina.
El austríaco Mateshitz desarrolló la fórmula del Red Bull en 1984, tomando prestada la idea de la bebida tailandesa Krating Daeng. Mateshitz inventó el proyecto en la pequeña farmacia que poseía. De más está decir que gracias a la exitosa entrada del producto primero en Europa, y luego en Estados Unidos, terminó convirtiéndose en la hoy millonaria empresa Red Bull GmbH.