junio 28, 2005
Cómo conseguir chicas.
X & Y
Coldplay (2005)
No es fácil crecer en público. La vida avanza, los accidentes pasan, las convicciones personales patalean en guerra con el habitat, los afectos germinan, tiemblan y a veces ceden, y la gente, querámoslo o no, se hace más sabia y autónoma, con todo lo bueno, malo y peor que puede acarrear el asunto en cuestión.
¿Cómo enfrenta el artista, entonces, al escrutinio lógico que sigue el parir una nueva obra?.
La respuesta que algunos encontrarán en una manía casi patológica por el exhibicionismo puro, a mi me parece que se resume en otra palabra: Templanza.
Ser músico pop, sensible, un poco meloso, guapo, millonario, famoso y bien criticado debe ser, al menos un instante al día, una carga estresante para Chris Martin. La siempre descuadrada prensa británica ha llegado a catalogar al recién aparecido X & Y, no solo como el lanzamiento más importante del año para la industria de la música, sino también como el tercer disco más esperado de una banda inglesa en las últimas décadas, junto a Be Here Now de Oasis, y Ok Computer de Radiohead.
Pero dejando compasiones y empatías aparte, lo cierto es que el nuevo disco de Coldplay cumple con absolutamente todas las expectativas. Las malas y las buenas, por cierto.
Inspirado, minucioso, un poco repetitivo y de frentón pretencioso, este es el disco con que Coldplay se desmarca del parentesco con Radiohead y asume su pasión por las listas de popularidad. Una cosa es que, en relación a los discos anteriores, X & Y dé varios pasos adelante en términos de artesanía y acabado sonoro. Aquí las costuras no se notan, y hasta ostenta el lujo de contar con Brian Eno acreditado en teclados. Pero aunque el avance es satisfactorio, este es un disco en deuda con la visceralidad de Parachutes, y la tibia pasión crepuscular de A Rush Of Blood to the Head.
Sin embargo, Coldplay demuestra aquí porque es la mejor (y más exitosa y amada) banda menor del planeta con su argumento principal: un par de notables canciones, empacadas, calientitas y dispuestas para convertirse en clásicos de CD Player en invierno, o estadio lleno con llamas de encendedor en ristre.
Por ejemplo, la canción “X & Y”. “Tú y yo, flotando juntos con la marea en una ola...” canta Martin, precedido de exquisitos paisajes sonoros, gentileza de los patentadísimos soundscapes de Eno.
Los recursos de songwriting – esos que a algunos hacen odiar la azucarada poesía de comedia romántica clase B, explotada por Martin - no han cambiado, y son recurrentes hasta el cansancio: himnos generalmente pacíficos y mid-tempo, inquietantemente simples y sinceros, decorados con piano y falsete. La incorporación desprejuiciada de sintetizadores es la gran novedad instrumental del disco. Pero está claro que la ambición experimental no estuvo nunca en el horizonte.
Del resto de las canciones, “White shadows” y “The Hardest Part” destacan de inmediato, pero aún cuando son buenas canciones, es la ausencia de desborde emotivo lo que probablemente ha irritado considerablemente a la crítica norteamericana, que, en general, ha reaccionado con tibieza e incredulidad (Rolling Stone), y hasta con indiferencia e ironía (The New York Times), en contraste brutal al amor incondicional de los analistas británicos (New Musical Express).
Pero esta dualidad no es mala, y aún más confirma el status de acontecimiento que tiene el lanzamiento de este disco, que en la modesta, y generalmente hiperventilada y poco seria, opinión de este cronista, sacrifica demasiado en profundidad, en pos del crecimiento sonoro y la pretenciosa sed por llenar estadios con fanáticos incondicionales y ampliamente satisfechos con el producto adquirido.
Mi impresión final, siendo este un disco que me agrada, es que Coldplay ha sido victimizado dramática y notablemente por el estigma de ser “los sucesores de U2”, “la banda de rock más exitosa del mundo” o “lo que Radiohead hubiera hecho si no se hubiera encerrado en el art-rock”.
Pero nadie los puede culpar por eso y sus consecuencias. De hecho, chicos, yo recomiendo andar trayéndolo “casualmente” bajo el brazo como un imán para chicas atractivas y emocionalmente disfuncionales. Esas que, a corto plazo, son las mejores.
Y a mediano plazo, un infierno.
(sic)